jueves, 26 de mayo de 2016

Unum.

Te amo pero perdóname porque yo no puedo perdonarte; hey, tú te juzgas como inocente. Aunque suene como un rencoroso inmaduro (¿Qué si lo soy?): por favor no te acerques a mí; si no se trata de un beso, si no expresarás ningún cariño, si es completamente cierto que no quieres estar junto a mí siendo algo más que sólo una amiga, entonces no quiero absolutamente nada que tenga que ver contigo. No quiero verte a los ojos; no subo mi mirada cuando caminas al lado mío; no sabes por qué lo hago, o por qué no lo hago, mejor dicho. No veo tus ojos porque son hermosos, son perfectos; hubo un tiempo en el que no se cansaban de verme, única y especialmente a mí y me atrevo a decir, me miraban enamorados. También ellos dos (aun hablo de tus ojos) me recuerdan a que hubo un momento en particular en el que morías de miedo; yo estaba siendo sincero y tú estabas petrificada. Temías enamorarte, yo supongo. Pero te confesé mi ansiedad, mi deseo y mi completa seguridad (sabes que nunca dudé de ningún detalle, cada palabra era verdadera), te pedí confianza; prometí nunca lastimarte, no cometer errores igual que otras personas; te demostré que sentirse incómoda, nerviosa o preocupada era parte de lo que comenzábamos a ser pero que siendo felices...éramos felices. Te odio.

No puedo entenderlo, no puedo, enserio es imposible para mi pensamiento, para cualquier parte de mi cerebro que se involucre en el acto de procesar información; no puedo aceptarlo, no permitiré que tu decisión sea dejarme y ser indiferente a lo que sentimos (al menos lo que yo no he dejado de sentir). ¿Olvidar que sí fuimos felices, incomprendidos sin un club, dos piezas de rompecabezas diferentes con semejanzas que embonaban a la perfección, olvidar que nos queríamos? Siendo sincero, ya no estoy seguro si de verdad te quiero todavía.

¿Vas a olvidar que nos soltamos de las manos porque nos hacía sentir incómodo el sudor, dejar atrás noches juntos, momentos especiales contigo, que eras especial?

Digo que no permitiré que nos separemos pero qué imbécil soy, eso ya pasó. Te conozco perfectamente y ya no hay nada.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Afrodita.

¿Por qué es tan fácil describir a una mujer? ¿Por qué los poetas tienen gran fluidez cuando se trata de hablar sobre pechos, curvas, sonrisas, nalgas o vulvas? ¿Por qué no se puede describir de manera detallada y bella a un hombre?

Una noche me preguntaron qué pensaba de una mujer, la que sea, y me señaló a una en específico; yo contesté: "¡No tengo palabras! ¡Me encanta todo lo que ella es! Tiene unas increíbles piernas, formadas de manera tierna, su cintura me recuerda a un relój de arena, me provoca querer bailar sin parar con ella y después llevarla a la cama y sostenerla de su cintura; su sonrisa me cautiva, es como si me llamara, como si me hipnotizara para ser siempre feliz". Me siguió preguntando de más mujeres, de cualquiera que se cruzara por nuestros ojos (demasiadas mujeres), y yo siempre tenía una nueva idea para describirlas, nunca me quedé sin metáfora, onomatopeyas, anáforas ni de algún polisíndeton en mis expresiones. Esta misma persona me pidió que describiera a un hombre y lo hice: tiene una gran sonrisa, es un gran amigo, tiene una gran personalidad, es muy atractivo para las mujeres y se nota que cuida mucho su cuerpo por lo marcado y musculoso que es; no tiene nada de malo describir a un hombre, es otro ser humano justo como las mujeres. Pero ahora la persona me preguntó por qué la sociedad, los escritores (tanto hombres como mujeres) y los poetas, no conceptualizamos al hombre de la misma forma que la mujer.

Nosotros nos imaginamos este mundo en el que fuera común imaginar y escribir sobre el cuerpo del hombre de la misma manera como con las mujeres.

-A ver, imagina: "Las venas que rodean su pene, tus imponentes músculos que utilizas para cargarme y azotar mi espalda contra la pared, aquellos que utilizas para abrazarme en las noches más frías y solitarias".
-"Las curvas que embleman la personalidad de hombría y amor, tus piernas que me sostienen cuando imaginamos que por fin somos marido y mujer".
-¿Por qué vivimos así? ¿En una constante pena y rechazo por querer expresarnos así de los hombres?
-¿Por qué se nos considera bello, encantador y profundo, expresarnos de la mujer de la manera más perfecta y hasta de la manera más repugnante y explícita?

Es arte.

Puedo escupir por la calle, le gritaré a mi madre si es que ella también lo hace. Si tengo que ir en contra de todas las reglas y de todas las leyes para llegar hasta mí, entonces yo seré mi propia constitución.
Soy un escritor, un lector, músico, poeta, amante de la mujer, esclavo de una adicción, emprendedor, un niño que se sienta en el pupitre de la silla del salón y no en la silla en sí; soy un lunático esquizofrénico, soy lo que muchos conceptualizan como amargado, excluido, extraño, inadaptado, en agonía y necesitado de ayuda.

(En confusión y tristeza) sí...sí soy un extraño y grito todas las noches sin mover ni una sola fibra de cuerpo durante mis ataques de esquizofrenia, pero eso es lo que me define, es la razón de escribir, de pensar, de imaginar, de respirar para que mis pulmones con cáncer terminal exploten. Mi amor por la música, mi fascinación por las letras, el deseo sexual exacerbado que tengo por los senos, las nalgas, cada aspecto del cuerpo femenino, el cariño y las fuertes conexiones que tengo con mi amigos, son consecuencia de no seguir reglas, de dormir hasta la madrugada, de llorar, de reír, de gritar si me siento inconforme por la decisión de cualquier tipo de autoridad o instituto; tal vez no siempre mis argumentos y mis motivaciones sean las más coherentes y termine como un absurdo alborotador, pero al menos grito inconformidad, no comparto hipocresía en pendiente negativa.

Arte es...mi único recurso, lo que me mantiene cuerdo y vivo. Sin arte, sería solamente un cuerpo sin vida, que su mayor meta es tener una casa con valor de millones, 5 yates, 35 trajes para fiestas en la que pretensión es la decoración de las paredes, hipocresía el menú de la comida y presunción es el alcohol que se sirve para todos los invitados; 4 mujeres, obtener tesoros sin importar las leyes, las prohibiciones y lo que es correcto, lo que se debería de respetar y cuidar de nuestro planeta.

El arte me hace no perder la esperanza en las personas y me hace tener poca esperanza en mí, que es lo que más me causa tristeza; el arte es mi mejor arma, es como jugar esgrima pero yo no sé jugar esgrima.

Dame un arma de fuego y aprenderé a usarla, pero habrá veces en las que me apunte a mí mismo. El arte es eso para mí.

lunes, 2 de mayo de 2016

Por si mueres mientras yo no estoy.

Querida Lagriace:

Te escribo a la una de la mañana para decirte que pienso extrañarte, recordarte y prometo que nunca te olvidaré; seguramente me escucho muy tonto por escribir de esta manera si aún no haz muerto pero no te visitaré rutinariamente como lo he hecho desde que estás en el hospital y hay cosas que he querido decirte pero me entristece que no puedas hablar.

Primero que nada, te seré honesto, no recuerdo tus manos de anciana cargando mi pequeño cuerpo de infante, recuerdo tus quejidos, tus risas sin vida, tus regalos sin sentimiento; no recuerdo tus besos en mis mejillas, pero sí recuerdo que yo fui lo suficientemente imbécil y asqueroso por creer que debía limpiar tus besos de mis cachetes. Lo lamento. Recuerdo que le gritabas a mi mamá, que la hacías llorar. Recuerdo que a mí no me importaba la negatividad con la que vivías día a día mientras me compraras regalos en dólares. Ahora si te escuchamos reír, quiero llorar, yo quiero reír, pero al saber que no volveré a escucharte hablar, comer como lo hacías antes, quejarte, gritar, exaltarte por los ladridos del perro, llenar de caricias y besos a mi perrita, al saber que tendré que asistir a tu funeral, evita que yo disfrute de tus últimos ojos tristes, de tus últimas risas, de tus últimos quejumbres, de tu último asco al escuchar a la gente enferma porque no quieres que te contagien.

Segundo: los paseos en familia, las comidas en restaurantes, en donde pedíamos deliciosa carne (tú término medio y yo bien cocida), cuando comprobamos la despensa y las idas a los diferentes doctores, igual te seré honesto, nunca fueron de mi agrado, no te veía disfrutar nada…solamente realizabas. Pero no fuera ir a la iglesia porque tu gran devoción te forzaba a hincarte, levantar la cabeza y recibir golpes suavizados por mitos y leyendas de seres perfectos y hermosos.

Tercero, y tal vez como conclusión: nunca tuvimos alguna plática sobre qué te gustaba hacer en las noches, por qué tu mayor tristeza era tu mayor tristeza. Nunca supe cómo fue tu vida de pequeña, a qué escuela asististe, tu primer amor, tu mayor alegría, algún vicio que tal vez tuviste de joven, si quisiste cambiar al país o simplemente por qué te gustaba tanto la soda sabor a manzana. Jamás te expresé mi gran amor por la música ni tú alguna vez me dijiste si lo que escuchabas de mi guitarra te gustaba, si mis acordes tenían un orden o era algo nuevo para tus oídos; nunca supe si lo yo como músico era bueno o malo; siempre me preguntaré si te hubieran gustado mis composiciones.

Abuela (no en realidad), tal vez no mueras de aquí al lunes próximo, pero este sábado en el que no te visitaré, que no tocaré el piano en esa casa de ancianos, te extrañaré y también extrañaré tocar el piano como si no hubiera nadie escuchando, poder aplastar las teclas a su límite y crear una hermosa resonancia por todos los cuartos del lugar y para el gran final, crear una orgía sonora entre Si, Re y Fa#, de todas las octavas en las que el piano me permite usarlas, y terminar con el Si de la octava cero. Y dejar de pisar el tercer pedal.