lunes, 26 de octubre de 2015

Confusión.

Escuché el timbre de nuestro departamento, fui a enterarme quien tocó el timbre. Era un hombre de estatura promedio, piel color humana y tenía el cabello de un color blanco muy pacífico. Escuché su voz y decía: "necesito hablar con tu papá". No sé cuál fue mi motivación pero decidí abrir la puerta. El hombre entró y tenía un porte muy elegante, mostraba orgullo e imponía respeto. Atrás de él venían dos hombres muy callados y muy genéricos.
Este hombre que acababa de entrar a nuestra casa, esperaba muy contento pero impaciente a mi papá. Tan sólo un momento de espera muy corto, mi papá salió de su recámara haciendo que su silla de ruedas avanzara, nos sentamos en los sillones de la sala y el hombre de cabello blanco le propuso a mi papá algo que no puedo recordar por más que golpee mi cabeza con un martillo. 

Estábamos en el comedor, mi papá sentado en la silla principal, mi madre detrás de él con sus pequeñas manos en sus esqueléticos hombros, mi hermano mayor imitando a mi madre y yo estaba sentado en una silla junto a ellos, tranquilo. Este extraño hombre le acercó un contrato bastante extenso a mi papá y su cerebro reunió las últimas neuronas que le quedaban para leer parte del contrato y al final firmar. Una sonrisa surgió del rostro de este hombre al ver la tinta de mi padre arriba de "firme aquí" y le estrechó la mano; mi padre sonrió de una manera muy inocente y alegre, casi como un niño. El hombre que jamás habíamos visto prosiguió a retirarse junto a sus hombres.  

Este hombre que convenció a mi papá a firmar un contrato, entra a un sala de operación siendo "el paciente". Se le nota muy tranquilo, relajado y contento por lo que pasará en unos momentos. Él se coloca en una mesa de metal y cuatro doctores se preparaban para realizar una operación al parecer muy seria en este hombre. Todos los involucrados en la operación toman un bisturí y empiezan a mutilar al hombre tan entusiasmado por creer que iba a cambiar algo en la vida de mi padre. Usan sierras, machetes, cuchillos, martillos y demás utensilios para aumentar lo más posible en cantidad las partes del cuerpo del hombre. Yo por alguna razón era capaz de presenciar la tortura del hombre como si estuviera a un lado suyo o también como si yo fuera sus nervios y eso causaba en mí un extremo gozo y placer. Una escena quedó como imagen en mi memoria: veía al hombre acostado de perfil, dejando que el sufrimiento saliera por su cuerpo, llorando y sangrando, veía su rostro y un cuchillo siendo introducido entre sus dientes, cortando sus encías, y la fuerza del doctor que realizaba esta acción, hizo que su rostro se separara y quedara colgando, dejando expuesto parte de su quijada, algunos huesos de su craneo, músculos y miedo oscuro. 

Su cuerpo estaba en una orilla del quirófano, sus piernas, brazos, pies, apilados juntos a su torso. Su cuerpo reflejaba un color verde con pocas manchas rojas y sus ojos mirando al suelo reflejaban vacío y perdida. El hombre, ya sin cabello blanco, tosió muy fuerte dejando salir de su cuerpo olores fétidos, los doctores olieron la muerte del cuerpo de este hombre y cada uno sólo pudo resistir unos pocos segundos y después empezaron a vomitar todos. El hombre se quedó ahí, vivo por alguna razón, con sólo su torso y su cabeza y el quirófano estaba repleto por vomito, sangre y los cuerpos de los doctores tirados en el suelo a causa de lo asqueroso.


Cuando abrí los ojos me pregunté cuál fue el propósito del hombre al entrar a mi casa, al sonreírle a mi papá cuando él firmó, su creencia de que iba a cambiar algo para bien al entrar al quirófano. Lo que hice posteriormente a respirar fue dibujar la única imagen en mi cabeza. 

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