lunes, 26 de octubre de 2015

Cascada.

Me despedí de la muerte, de cuestionamientos, soledad y oscuro entendimiento. Iba caminando solo, descubriendo a mi alrededor unos fuertes y sanos árboles, unas muy lindas flores y animales disfrutando de la paz de su ecosistema, y sentí una refrescante y abrumadora brisa, lo cual hizo que mi curiosidad tomara control de mi cuerpo para encontrar lo que causaba esta brisa que tanto nos calmaba.

En el camino hacia la cascada, alcancé a notar la sombra de una persona detrás de mí pero seguía caminando sin voltear a ver aquella incómoda presencia. Conforme se acercaba poco a poco esta sombra a mí, los animales que gozaban de sus alrededores, quedaban petrificados en el momento en el que yo pasaba frente a sus ojos. Me sorprendía, no gratamente, de sus reacciones al verme pasar frente a ellos cuando esta extraña sombra ya estaba un poco por encima de la mía. Después de quedar inmóviles, segundos después, los animales se acercaban con mucha cautela a la sombra y posteriormente a mí. Llegué a tener junto a mí varios animales: venados, unas cuantas ardillas, pequeños pájaros, un bebé oso y su madre, y un lobo con un pelaje gris muy elegante; detrás de mí, en aquella sombra, había solamente dos cuervos tratando de avanzar al ritmo de mi caminar y de los animales junto a mí pero manteniéndose refugiados en esta oscura sombra.

Finalmente llegué a la cascada y pude contemplar su majestuoso color, había varios niños sentados en unas rocas cercanas a la cascada escuchando tranquilamente el sonido del agua caer y yo estaba maravillado por el encanto que la cascada introducía a mis sueños. Busqué algún lugar en el que pudiera estar más cerca de la cascada y me coloqué en una roca, con mucho espacio para descansar, del lado opuesto a los niños. Dejé que mi cuerpo descansara, cerré los ojos y escuchaba relajado las historias sobre la cascada. Escuchaba a estos niños recordar sus aventuras en este lugar, después de convivir en un lugar sencillo para ellos y tan añorado para los adultos, venían a estar junto a la cascada, a reír y seguir jugando por mucho tiempo.
Abrí mis ojos cuando el sol desapareció y las estrellas decidieron ser visibles. 

Inocencia, alegría, confianza y tranquilidad eran reflejadas por la forma en la que yo miraba a la cascada, la posición en la que mi cuerpo estaba situado en la roca y la sonrisa que surgió en ese momento y jamás murió. 

El reflejo de la luna en el cuerpo de la cascada fue algo bello, mi corazón latía serenamente y la alegría siempre estuvo en mí. Las gentiles corrientes de aire junto a la tierna brisa de la cascada, mantenían mi miedo e inseguridad contentos también. Luciérnagas volaron libremente y con una sorprendente sincronía.

Decidí irme, aún con ganas de disfrutar la felicidad un poco más, y antes de abandonar el lugar favorito de esos niños escuché un “adiós".

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